Yo iba a unas clases de canto
que estoy tomando de hace poco. Las tomo porque me noto que la voz se me apaga
y porque cada vez me siento más estúpido en la Alameda cuando canto. Estuve a
punto de recibir las clases en mi barrio, en la casa roja del bananero, que
además es la casa que siempre digo que compraré cuando pueda. Pero no. tras una
larga e indecisa desidia mía llegó el verano y la muchacha ésta, Abe Murillo,
decidió no dar clases a adultos. Yo soy joven, tengo 23. Me imagino que lo diría
porque se cree que ya no soy un niño.
La cosa es que al final las
recibo en el Puente de los Bomberos y tengo que ir en autobús, todos los
miércoles. Me las da una argentina súper narcisista que se vuelve loca si hablo
más de seis palabras seguidas en la clase y me da un discurso estúpido y
redundante. Lo que pasa es que es buena, y que sólo me queda este Julio abrasador
para aguantarla. Además, me noto que aprendo. Son clases de flamenco para
grupos reducidos. Somos cuatro. Yo no es que cante flamenco, que ojalá,
simplemente no lo sabía y ya me había apuntado. Yo lo que hago es practicar con
cualquier tipo de cante o con canciones propias, a mis compañeros no les
importa y, de todas formas, la profesora argentina me da bola. Creo que le
caigo bien. Tiene una papada horrible, sin ser gorda, solo pellejo flácido, es
más vieja por arrugá que por años. Tiene la belleza de una ex-linda, pero su
narcisismo es tan feo y oscurecedor que borra hasta el “y-si” que todas las
mujeres a esa edad aún conservan.
A mí quien me cae bien es la
chiquilla que trabaja en la recepción. Es una niña joven, no auguro edad, solo
que es pelirroja y que no puedo resistirlo. También hay pelirrojas que no
destacan por su belleza ni por su pelo, todo sea dicho. Y también están las que
se maquillan el pelo, esas también están dentro de la gama, aunque se les note
el colorido. La chica ésta además tiene pecas pequeñas y esparcidas con cautela
entre la nariz y los altos de los mofletes. Su cara me encanta, tiene unos
rasgos preciosos y una mirada encantadora, es casi mi ideal. En verdad siempre están
estos casis que realmente son los
verdaderos, pero estamos acostumbrados a dejar pasar las chances del presente
por otras futuras e idolatrar los sueños. En cualquier caso ella estaba bien
buena. Y ya nos habíamos mirado algunas veces y yo le había dicho ya varias
gilipolleces. Ella, no sé cómo se llama, me mira de reojo cuando esperamos a la
profesora argentina y hablo para todos. Se ruborizó una vez en la que le decía
algo demasiado fijo yo a sus ojos, tuvo que apartar la vista y después una leve
sonrisa vistió su rojez.
Este día, ya acabada la clase,
estaba observando una foto, mientras espero a que mis compañeros paguen para hacerlo
yo, es una foto en la que ella sale junto a un grupo de no sé qué, todos con
los guantes blancos. Ella sale radiante, feliz y simple. La reconocí por los
pelos y después la cara, ¡Qué bella maceta para tan lindos tallos! Y será que
últimamente me estoy leyendo mucho a Gutiérrez y sus relatos sucios o que este
calor agobiante hace que se me ponga tiesa la churra mil veces al día, pero ahí
estaba ella y ahí estaba yo.
-Te pago eso, ¿No?
-Vale. –Ella me devuelve la
sonrisa y yo aprovecho para decirle estúpidamente:
-…Son 70… –Claro que eran 70.
De todas formas no va a ser lo único que voy a decir, sólo quiero hablar y
verla un rato. Observar sus detalles.
-¿Cuál era tu nombre?
-Nicolás. –Aguanto tanto como
puedo su mirada, pero ella la pierde pronto y de vez en cuando vuelve aquella
sonrisita tibia.
-¿…?
-González… Vaya gilipollez
cómo tiene que sonar la clase de canto desde aquí fuera, ¿Eh? Esa
mujer es muy graciosa cuando
pone cara de pavo. –Ella se ríe y se hace la decente, recoloca algunas cosas
sobre su mesa, pero le puede la risa tonta. Disimulo, confirmo que la argentina
no está merodeando por la calle- Es que yo la estoy viendo, ¿Sabes? Y tengo que
contenerme la risa. Tú no, tú puedes reír a gusto.
-Yo tengo un batiburrillo aquí
liado que no puedo ni pararme a escuchar…
-... –Sabe que espero porque
sonrío y la miro a los ojos, sin presionar.
-…Pero sí que la he visto
alguna vez, sí. –Y me sonríe.
-¿Cuándo vuelve Imperio? –Ella
se ríe, cada vez le es más fácil dejarse llevar por la carcajada- Porque tú no
puedes poner el cartelito de “cerrado” un rato, ¿No? Tenemos que disfrutar a
contrarreloj ¿Verdad? –Le quito el boli acariciándole la mano y lo coloco en la
mesa, el boli en verdad me chupa el huevo.
-Ella volverá en breves…
Nicolás… González. –Dice riéndose, imitando que lo lee-
-Pues yo tengo la imperiosa
necesidad de cogerte salvaje, aunque no recuerdes mi nombre… Liliana Acev… -Leo
en su camiseta. Pero sé que es el nombre de mi profesora y ella se desploma
sobre la mesa por el chiste- Ven niña, vente conmigo. –Ella me mira y asiente
con la sonrisa. Se desgana por verme la churra igual que yo por verla a ella
desnuda. De modo que me doblo para acercármela, me apoyo en su muslo. Soy bien
alto y su cara me queda cerca. Enseño mi bulto por debajo de la camiseta, la
tengo fuerte como piedra- Como nos pille aquí nos moriremos de vergüenza,
¿Verdad?
-¡Calla hombre! –Mira a la
calle, como una perra alerta, y después acerca su boca a la mía. Me besa suave
y me agarra con los dientes el labio inferior. Yo elevo mi mano por su muslo y
noto que está hecha aguas- Vente aquí, bonito.
Se muerde los dientes mientras
vigila la puerta. Me mete en el cuarto de baño femenino y no espera a cerrar la
puerta. Estaba huracanada y yo tieso como un obelisco. Me besa todo el cuello,
le excita que esté sudado, que no lleve ropa decente, que me cuelgue la cruz de
Cristo en el pecho. Relame todo mi cuerpo mientras mis dedos actúan y con la
boca le muerdo el cuello.
-Venga. Ya, machote, ya. –Me
susurra con aliento desenfrenado.
Se baja la cremallera y se
desliza el pantalón. No lleva nada más, yo tampoco. No lo llevo porque me gusta
sentir la churra colgando y notar cómo se choca contra el límite del pantalón
cuando se pone palo. Eso siempre aligera los procesos.
La cojo por los muslos y la
levanto en el aire y ella se me agarra como un koala. Me cuelo por dentro de
ella con facilidad y su boca se abre de placer, al instante. Yo noto como me
chorrea encima, se muere del gusto. La apoyo contra la pared y ella se agarra
con las manos al marco de la puerta. Soy muy alto y a ella le encanta eso.
-Dame, grandullón, uh, uh, uh,
dame. –Me susurra al oído.
La beso todo el cuello, le
paseo los senos con la lengua y separo mi vientre del suyo para clavársela
entera, bien profunda. Tanto como pueda, cada vez un poquito más, repasando
huecos. Hago olas con mi cuerpo y a ella le encanta. Me la tengo que quitar de
encima para no venirme. Estoy burro. Nos besamos con pasión, ella agarrada a mi
cuello y yo sosteniéndola por la cintura con el antebrazo, haciendo que sus
pies floten el aire.
-Ven aquí.
Se pone delante del espejo y
me dice que la hunda dentro de ella. Yo no paro de sujetarle el pelo, perder
mis dedos entre el rojo anaranjado, de fijarme en su precioso, redondo, y
carnoso culo, de ver cómo rebota contra mi vientre toda la carne, cómo se crean
ondas rítmicas con los silenciosos “¡Ah! ¡Ah!”. Ella no para de mirarme tras el
espejo poniéndome caras de gozo. Yo a veces la miro, pero prefiero su pelo
aquí, sin cristales de por medio. Me dice guarradas, me dice que la empuje más
profunda. Yo le cojo la cara para mirarla y besarla un rato, pero ella vuelve a
su erre. Realmente su cara me encanta, me gustaría echarle todo el culmen
encima. Ella goza a cada segundo, en un crescendo frenético. Yo tengo hasta las
piernas encharcadas y eso me encanta. Me flipa que la chica disfruta mil veces
más que yo. Los dos estamos temblando del placer. Le agarro del pelo y, de un
tirón, acerco su cara a la mía, ya pienso que me vengo encima y quiero morderle
el labio, además cuando le beso se la meto más profunda y la puedo escuchar
gemir más de cerca. Pero no, ella me quita la mano y me la coloca en sus senos
para seguir mirándome tras el espejo, sin decir nada, solo por verme tras el
cristal. Me mira sin decirme nada, como si no fuese a mí a quien mirase, como
si no fuese conmigo; pero radia de placer, le excita eso a más no poder.
Creo que la gente necesita
observar la vida, observar el todo, a través de pantallas, para así creerla más
ociosa y más HD. Qué mala costumbre, mijos.