jueves, 22 de septiembre de 2016

El Cante y la Pelirroja

Yo iba a unas clases de canto que estoy tomando de hace poco. Las tomo porque me noto que la voz se me apaga y porque cada vez me siento más estúpido en la Alameda cuando canto. Estuve a punto de recibir las clases en mi barrio, en la casa roja del bananero, que además es la casa que siempre digo que compraré cuando pueda. Pero no. tras una larga e indecisa desidia mía llegó el verano y la muchacha ésta, Abe Murillo, decidió no dar clases a adultos. Yo soy joven, tengo 23. Me imagino que lo diría porque se cree que ya no soy un niño.

La cosa es que al final las recibo en el Puente de los Bomberos y tengo que ir en autobús, todos los miércoles. Me las da una argentina súper narcisista que se vuelve loca si hablo más de seis palabras seguidas en la clase y me da un discurso estúpido y redundante. Lo que pasa es que es buena, y que sólo me queda este Julio abrasador para aguantarla. Además, me noto que aprendo. Son clases de flamenco para grupos reducidos. Somos cuatro. Yo no es que cante flamenco, que ojalá, simplemente no lo sabía y ya me había apuntado. Yo lo que hago es practicar con cualquier tipo de cante o con canciones propias, a mis compañeros no les importa y, de todas formas, la profesora argentina me da bola. Creo que le caigo bien. Tiene una papada horrible, sin ser gorda, solo pellejo flácido, es más vieja por arrugá que por años. Tiene la belleza de una ex-linda, pero su narcisismo es tan feo y oscurecedor que borra hasta el “y-si” que todas las mujeres a esa edad aún conservan.

A mí quien me cae bien es la chiquilla que trabaja en la recepción. Es una niña joven, no auguro edad, solo que es pelirroja y que no puedo resistirlo. También hay pelirrojas que no destacan por su belleza ni por su pelo, todo sea dicho. Y también están las que se maquillan el pelo, esas también están dentro de la gama, aunque se les note el colorido. La chica ésta además tiene pecas pequeñas y esparcidas con cautela entre la nariz y los altos de los mofletes. Su cara me encanta, tiene unos rasgos preciosos y una mirada encantadora, es casi mi ideal. En verdad siempre están estos casis que realmente son los verdaderos, pero estamos acostumbrados a dejar pasar las chances del presente por otras futuras e idolatrar los sueños. En cualquier caso ella estaba bien buena. Y ya nos habíamos mirado algunas veces y yo le había dicho ya varias gilipolleces. Ella, no sé cómo se llama, me mira de reojo cuando esperamos a la profesora argentina y hablo para todos. Se ruborizó una vez en la que le decía algo demasiado fijo yo a sus ojos, tuvo que apartar la vista y después una leve sonrisa vistió su rojez.

Este día, ya acabada la clase, estaba observando una foto, mientras espero a que mis compañeros paguen para hacerlo yo, es una foto en la que ella sale junto a un grupo de no sé qué, todos con los guantes blancos. Ella sale radiante, feliz y simple. La reconocí por los pelos y después la cara, ¡Qué bella maceta para tan lindos tallos! Y será que últimamente me estoy leyendo mucho a Gutiérrez y sus relatos sucios o que este calor agobiante hace que se me ponga tiesa la churra mil veces al día, pero ahí estaba ella y ahí estaba yo.

-Te pago eso, ¿No?
-Vale. –Ella me devuelve la sonrisa y yo aprovecho para decirle estúpidamente:
-…Son 70… –Claro que eran 70. De todas formas no va a ser lo único que voy a decir, sólo quiero hablar y verla un rato. Observar sus detalles.
-¿Cuál era tu nombre?
-Nicolás. –Aguanto tanto como puedo su mirada, pero ella la pierde pronto y de vez en cuando vuelve aquella sonrisita tibia.
-¿…?
-González… Vaya gilipollez cómo tiene que sonar la clase de canto desde aquí fuera, ¿Eh? Esa
mujer es muy graciosa cuando pone cara de pavo. –Ella se ríe y se hace la decente, recoloca algunas cosas sobre su mesa, pero le puede la risa tonta. Disimulo, confirmo que la argentina no está merodeando por la calle- Es que yo la estoy viendo, ¿Sabes? Y tengo que contenerme la risa. Tú no, tú puedes reír a gusto.
-Yo tengo un batiburrillo aquí liado que no puedo ni pararme a escuchar…
-... –Sabe que espero porque sonrío y la miro a los ojos, sin presionar.
-…Pero sí que la he visto alguna vez, sí. –Y me sonríe.



-¿Cuándo vuelve Imperio? –Ella se ríe, cada vez le es más fácil dejarse llevar por la carcajada- Porque tú no puedes poner el cartelito de “cerrado” un rato, ¿No? Tenemos que disfrutar a contrarreloj ¿Verdad? –Le quito el boli acariciándole la mano y lo coloco en la mesa, el boli en verdad me chupa el huevo.
-Ella volverá en breves… Nicolás… González. –Dice riéndose, imitando que lo lee-
-Pues yo tengo la imperiosa necesidad de cogerte salvaje, aunque no recuerdes mi nombre… Liliana Acev… -Leo en su camiseta. Pero sé que es el nombre de mi profesora y ella se desploma sobre la mesa por el chiste- Ven niña, vente conmigo. –Ella me mira y asiente con la sonrisa. Se desgana por verme la churra igual que yo por verla a ella desnuda. De modo que me doblo para acercármela, me apoyo en su muslo. Soy bien alto y su cara me queda cerca. Enseño mi bulto por debajo de la camiseta, la tengo fuerte como piedra- Como nos pille aquí nos moriremos de vergüenza, ¿Verdad?
-¡Calla hombre! –Mira a la calle, como una perra alerta, y después acerca su boca a la mía. Me besa suave y me agarra con los dientes el labio inferior. Yo elevo mi mano por su muslo y noto que está hecha aguas- Vente aquí, bonito.

Se muerde los dientes mientras vigila la puerta. Me mete en el cuarto de baño femenino y no espera a cerrar la puerta. Estaba huracanada y yo tieso como un obelisco. Me besa todo el cuello, le excita que esté sudado, que no lleve ropa decente, que me cuelgue la cruz de Cristo en el pecho. Relame todo mi cuerpo mientras mis dedos actúan y con la boca le muerdo el cuello.

-Venga. Ya, machote, ya. –Me susurra con aliento desenfrenado.

Se baja la cremallera y se desliza el pantalón. No lleva nada más, yo tampoco. No lo llevo porque me gusta sentir la churra colgando y notar cómo se choca contra el límite del pantalón cuando se pone palo. Eso siempre aligera los procesos.

La cojo por los muslos y la levanto en el aire y ella se me agarra como un koala. Me cuelo por dentro de ella con facilidad y su boca se abre de placer, al instante. Yo noto como me chorrea encima, se muere del gusto. La apoyo contra la pared y ella se agarra con las manos al marco de la puerta. Soy muy alto y a ella le encanta eso.

-Dame, grandullón, uh, uh, uh, dame. –Me susurra al oído.

La beso todo el cuello, le paseo los senos con la lengua y separo mi vientre del suyo para clavársela entera, bien profunda. Tanto como pueda, cada vez un poquito más, repasando huecos. Hago olas con mi cuerpo y a ella le encanta. Me la tengo que quitar de encima para no venirme. Estoy burro. Nos besamos con pasión, ella agarrada a mi cuello y yo sosteniéndola por la cintura con el antebrazo, haciendo que sus pies floten el aire.

-Ven aquí.

Se pone delante del espejo y me dice que la hunda dentro de ella. Yo no paro de sujetarle el pelo, perder mis dedos entre el rojo anaranjado, de fijarme en su precioso, redondo, y carnoso culo, de ver cómo rebota contra mi vientre toda la carne, cómo se crean ondas rítmicas con los silenciosos “¡Ah! ¡Ah!”. Ella no para de mirarme tras el espejo poniéndome caras de gozo. Yo a veces la miro, pero prefiero su pelo aquí, sin cristales de por medio. Me dice guarradas, me dice que la empuje más profunda. Yo le cojo la cara para mirarla y besarla un rato, pero ella vuelve a su erre. Realmente su cara me encanta, me gustaría echarle todo el culmen encima. Ella goza a cada segundo, en un crescendo frenético. Yo tengo hasta las piernas encharcadas y eso me encanta. Me flipa que la chica disfruta mil veces más que yo. Los dos estamos temblando del placer. Le agarro del pelo y, de un tirón, acerco su cara a la mía, ya pienso que me vengo encima y quiero morderle el labio, además cuando le beso se la meto más profunda y la puedo escuchar gemir más de cerca. Pero no, ella me quita la mano y me la coloca en sus senos para seguir mirándome tras el espejo, sin decir nada, solo por verme tras el cristal. Me mira sin decirme nada, como si no fuese a mí a quien mirase, como si no fuese conmigo; pero radia de placer, le excita eso a más no poder.


Creo que la gente necesita observar la vida, observar el todo, a través de pantallas, para así creerla más ociosa y más HD. Qué mala costumbre, mijos.

lunes, 26 de octubre de 2015

lunes, 10 de agosto de 2015

A un loro (habla un gilipollas)

¡Qué verde, amigo,
con la de años que usted tiene!
¡Y qué bien te veo con el flamenquito que va de tu mano
y que vuela más tarde hacia ningún otro lado,
que se te vuela a tierra de nadie, la del recuerdo ensoñado,
allá donde se fueran los nuestros padres!

¿Es una gomilla la que tensa tu sonrisa
o es mi envidia quien la imagina?
¿Lloraste tú solito la bahía
o sieron los que se nos fueron?           -¿O sería yo mismo cuando me fuiría?

No podrá jamás un Picasso hacerte demorfe
No habrá un Salvador que te retrate con mayor fantasía.

Cádi, lorito mágico,
Maravillas.

lunes, 6 de octubre de 2014

Fortitudo Mundi

¿Qué sentirá el árbol cuando acaricio su vientre plano?
…Cuando mece la brisa al árbol, ¿Acuna vida?
¿Qué pensarán tan callados?

Y

¿Cómo ama un perro?

Y

¿Cómo ama un humano?

Si el uno fuese locura, el dos sería mal ceño;
Si el uno a penas duda, el otro se va corriendo…

¿Cuantos colores alcanzó a ver el pájaro?
¿Huelen los ríos distintos
Si los andamos descalzos?

Yo siento que la tierra se mueve
bajo mía,
Que palpita un puño de corazón de azufre.
Rugen las bocas,
Fuego escupen.

Llevo pie ritmoso, me vuela el pensamiento,
Se me escabulle.
Sueña amapolas; Trasforma nubes.
¿Cuántos relojes de arena en tu costa se rompieron,
memoria?

Y es que los recuerdos son dunas
Que el viento azaroso arrastró al mar,
Donde evocamos con los pies el presente:
Los pasos sobre la orilla no lo son para siempre.

Tú siente lo que está dentro de ti.
Se está perdiendo. Ellos aprendieron rápido a jugar;
conocían ya el juego…
Sirve de poco el recuerdo, sino se recuerda por adelantado.


¿En qué devenimos, humanos?

jueves, 14 de agosto de 2014

Recuerdo que, en su esófago,
tenía un espejo cóncavo
que le aplacaba el habla.

Por eso decía una cosa
Con su boca loca
y otra, muy distinta, con la cara
                                               del alma

jueves, 5 de junio de 2014

Adiós

Adiós
mi vida,
mis ojos,
mis labios,
mi amor juvenil, que es al amor al que más se ama
y del que peor parado sales,
cabeza loca.

Adiós,
mi vida,
mis ojos,
mi luz.

No sabes lo difícil que se me va a hacer hablar de amor,
o hacerlo,
cuando me faltes tú

Déjame [a modo de permiso]

Déjame llevarte
conmigo;
Que pienso alzarte tan alto como me permitan mis fuerzas,
allá dónde las nubes no alcanzan a ver.

Déjame auparte,
querida,
más arriba que el Mulhacén.